2 de diciembre de 2008

Orugas

Despertar sin sentido, como la más fuerte bomba.
Ponerse presentable, como guerra relámpago.
Mantenerse despierto, positivo y centrado.

El primer paso es el peor, el resto son resignados.

Ni un alma en las baldosas,
solo expirables caminando.
Respiro, muero, vuelvo.
Me ahogo, vivo, escapo.

Repito el ciclo, siempre lo repito.

Sueño de día, de noche ya no puedo.
Son demasiados los gritos
Y el silencio no ayuda a ignorarlos.

El primer paso es el peor, el resto son resignados.

8 de noviembre de 2008

Las vías, la salvación, la sensación térmica

Arrastraba a sus dos hijos por el andén de la estación Artigas mientras fumaba un Particulares o algún otro cigarrillo, a fin de cuentas da lo mismo. Su cara expresa cansancio, como si cada día hubiera sido un año entero, de esos que uno no puede esperar a que terminen. Los mocosos no paran un segundo de gritar, pedir, pelearse, pedir y pedir, pero a esta altura ya no los escucha.

Más o menos cincuenta minutos y a casa, a cocinar, claro, que no es cuestión de andar matando a nadie de hambre y menos cuando se desloman por la familia, o eso dicen, mientras el olor a ginebra, los miedos, la culpa y el te prometo que voy a cambiar inundan el ambiente. Se pierde en los paisajes y en sus pensamientos, sé que es el único lugar donde no tiene que dar explicaciones, le gustaría poder ir más a menudo, pero siempre se siente mal después de hacerlo.

Con su mano izquierda esta raspando el asiento compulsivamente, uno de los chicos le salta encima, el otro no parece estar muy conectado con nada, así que lo trae de nuevo a tierra de un cachetazo. Otra vez empiezan los gritos. El guardia llama mi atención y me pide que me levante del piso, necesita abrir la puerta. Ya me pase varias estaciones y el clima esta pesado, va a ser un verano como todos los otros. La lluvia punzante acompaña mi caminata. Mientras sigo con mi vida el tren se aleja de mi vista.

3 de noviembre de 2008

Relojes de Copenhage

En movimiento constante para que todo siga exactamente igual, ahí vamos, hacia la avenida. La luna esta hermosa, podríamos cruzar el puente, pero claro, podríamos hacer tantas cosas si quisiéramos, mejor no nos preocupemos.

Estas tomando notas, no puedo entenderlo. Fotos, videos, celulares sin flash y el miedo a perder los recuerdos. Yo nunca me acuerdo, solo vivo nuevos e invento otros tantos. Inquietud le llaman y dicen que podría quedarme un poco más tranquilo. Para ellos es fácil.

El cielo esta rosa o naranja, va levantando el fresco. Tu pelo me esconde tu cara tan solo por un momento y luego se escapa. Tarareas esa canción y la cantamos un rato, le cambiamos la letra porque no la sabemos. Nos saludamos y el resto sigue más o menos como siempre.

Los árboles suelen tener otro interés a la mañana, no se si tiene mucho sentido eso, pero a mi me surge pensarlo. He tenido conversaciones más interesantes, también he tenido peores. He tenido noches calcadas, viajes de ida y de vuelta, lugares improvisados como si fueran perfectos.

La ciudad aparece por mi ventana y finjo que es una sorpresa. Todo esta pausado, esta bien que así sea, hay que saber tomarse un momento.

Le gano el asalto al tiempo y dejo que se llenen mis ojos.

28 de octubre de 2008

Manuale di survivalismo

Es como muchas fotos pasando rápido, de esas que uno ve en una pantalla y piensa "bueno, al menos fue en otro lado". Es como si nada de esto existiera. El humo irrita mis ojos, mis pies definitivamente duelen más de lo que deberían. Puedo sentir como me empujan, como me clavan las uñas. Mis palmas chocan los adoquines, veo brotar la sangre. Me sorprende cada vez que sucede.

Escucho gritos a lo lejos, no puedo pensar en eso ahora. El aire comienza a dañarme, cada paso es un lujo. Seis segundos es demasiado y muy tarde. Solo queda este momento, todo lo demás es equipaje innecesario. Desearía poder salvarte, pensé que llegado el caso lo haría. Teoría muere en realidad, tan solo buenos deseos. Siempre estarán los recuerdos.

Este acantilado no tiene sentido. Ya lo salté anteriormente, nunca me libera. Somos solo el océano y yo. Soy parte de la corriente, el viento y la noche. Las estrellas me observan, como si tuvieran la respuesta a todo. Saben que lo sé y se entregan al silencio. No están acá para eso, tan solo soy otro humano.

Si tiene que ser, va a ser a mi manera. No se va a ir de mi control. Me hundo. Me inundo. Soy totalmente consciente de lo que estoy haciendo. Siento miedo y alivio. Es todo como esperaba, lo supe todo este tiempo.

Observo el paisaje y lo guardo como un tesoro, ya nada me preocupa.

27 de octubre de 2008

La redundancia de la amnesia

Me pregunto que se siente cargar nafta en un auto, nunca lo hice, no sé manejar. Tampoco sé si la vida en un barco es mejor o peor. Una vez, me subí a la Fragata Sarmiento, pero fue hace mucho tiempo, tenía ocho años creo, y lo único que me interesaba era sentarme cerca de la chica que me gustaba. Nunca me presto mucha atención que digamos, pero bueno, a esa edad uno no pretende mucho más que sentarse al lado, es solo tiempo después que el asunto se pone más complejo.

Sentirse miserable me recuerda a esa gran frazada que nos tapaba cuando teníamos miedo a los monstruos en el cuarto, cuanto más cambian las cosas más nos invade lo mismo. La oscuridad es un refugio odioso, pero tan cómodo que cuesta mucho abandonarlo. Sé una cosa o dos acerca de eso, siempre me estoy yendo y sin embargo parece que siempre diera el mismo paso. El eterno karma de lo malo conocido, lo repetido, lo que pueda suceder y la eterna implosión.

Es como un cuarto espejado, mirando siempre lo mismo desde distintos lados. La puerta esta lejos y a veces me pregunto si perdí la llave a propósito. No es tan raro, hay gente que lo hace, les gusta, les da un motivo y propósito al cual aferrarse en la vida. Si la encontraran vendría algo nuevo y quien sabe de qué se trata. Mejor seguir así, buscando eternamente, al menos no hay sorpresas ni se suman dolores ¿Supongo que piensan eso, no?

Espero acordarme donde deje la llave.

23 de octubre de 2008

Obertura del Microcentro

Colgó el teléfono y se dirigió al pasillo a tomar el ascensor. Saludó al guardia de seguridad e improvisó unas líneas de conversación genérica, no conflictiva, mientras esperaba. Golpeó suavemente el suelo con su pie derecho y miró hacia el techo de la misma forma que lo hacía todas las noches a esa misma hora.

La noche y su silencio invitaban a caminar hasta que ya no hubiera pensamientos, solo impulsos. Las calles desiertas le recordaban que no había nadie esperándolo, solo gente en otro lugares y con otros afectos. Ya se había sentido así anteriormente, rebobinando constantemente a momentos que parecían mejores, preguntándose si valía la pena vivir deseando que llegara el final del día.

Cenó un plato de fideos, el mismo que no había querido tocar la noche anterior. Se sentó a ver televisión, más bien a cambiar canales. Todo era igual de monótono y predecible. Finalmente, se acostó a dormir rendido.

A las seis de la mañana sonó el despertador.

21 de octubre de 2008

Las moscas

La humedad del techo parece dibujar mapas enteros en su superficie y las moscas juegan a que hacen turismo, volando de continente en continente. Cada tanto muere alguna. Cosas que suceden, al resto de ellas no parece importarles mucho. Vuelan, se posan en algún lado, cagan y así van hasta que les toca el turno de ser reventadas por un diario o tal vez un insecticida si es su día de suerte.

El mozo del bar ha hecho la razón de su vida de todo este exterminio. Pocas veces vi una persona expresar tanta pasión por una causa. La manera en que su rostro se transforma al divisarlas, el estallido de ira en cada golpe y su exagerada frustración cuando escapan es solo comparable al estado eufórico que experimenta al acertar el impacto. "¡Tomen putas!" Grita desaforado mientras agita su puño en alto, ante la aprobación de varios borrachos con nada mejor que hacer un martes por la tarde.

Apuro el bocado de mi napolitana y me pregunto si sabrá que a su enemigo no le importa todo este despliegue, que esta combatiendo un bicho cuya triste misión en el mundo es llevar mierda de un lado al otro para después morirse. No somos tan distintos de las moscas, la única diferencia es que cuando nosotros entregamos el documento alguien tiene que pagar el velorio y el resto se mata por la miseria que haya de herencia.

Mientras me pierdo en mis pensamientos, puedo observar como una de ellas se posa en mi mesa, se siente segura, sabe que no soy como los otros.

Un certero golpe la deja irreconocible.

Mosca pelotuda, con la comida no se jode.

30 de septiembre de 2008

En relación de dependencia

Tup tup tup.

Su camisa esta impecable. Hoy eligió una color celeste.

Tup tap tup.

A veces le arden los ojos y se pregunta si debería ver un oculista. Tiene sueño.

Tup tap tup tup tap.

El tiempo se escapa y no pasa. De fondo suena una alarma.

Tup tup tap.

Sueña despierto con partes de enfermo. Gloria por 48hs.

Tup tup tup tup tup tup tup.

Al menos es algo seguro. Respira hondo, suspira. Ya pronto termina.

Tup tup tup tup tap tup tup tup tup.

27 de septiembre de 2008

34 segundos

34 segundos es la marca de tiempo justa para observar alguna escena urbana, de propiedad ajena, sin quedar por entrometido. Agregarle algunos más ya sería voyeurismo y aunque eso no revierte mayores connotaciones para el espectador casual, que sabe permitirse un pequeño desliz cada tanto, puede ser bastante complicado cuando lo transgrede alguno de los nefastos de siempre.

Claro esta, precisamente para resguardar la privacidad de nuestro objeto de observación, y hacerle la vida más complicada a los mirones malintencionados, la gracia esta en llevarse lo justo y necesario: una cara, una expresión y nada más que eso.

Tan solo una postal puede encender la imaginación con la chispa suficiente para hacer melodías con palabras. Es solo cuestión de abrir los ojos y dejar que las circunstancias nos inspiren. Créanme, motivos andan sobrando y el mundo no se esta quedando para nada quieto.

25 de febrero de 2008

El sol, la luna y Chinatown

Interesante geografía la del barrio de Belgrano, con sus subidas y bajadas, su riesgo de asalto en Barrancas y la soltura con la que algún que otro vecino ex-represor de la zona burla su prisión domiciliaria mientras saluda al policía de la esquina. Gente feliz o con gran talento para ocultar problemas. Alguna que otra baldosa floja. Creería que acá el sol brilla mejor que en otros lados.

Hay bastantes espacios verdes y otros tantos edificios con ganas de eliminarlos. Hay árboles con cal en la base y palomas por todos lados. Deben ser el animal más hipócrita que conozco, disfrazadas de aves, no son más que ratas con alas. Nobleza obliga, al menos las ratas tienen la decencia de cagar en el suelo, mientras que en el caso de estos bichos, juraría que nos apuntan y se congratulan mutuamente por blanco acertado.

No es que quiera ponerme en víctima ni defensor de ausentes con esto. Al fin y al cabo el sistema de cañerías esta tan viejo, y colapsado, que de cualquier manera la mierda debería estar inundándonos a todos de acá a un par de años, supongo que podríamos ir acostumbrándonos. Pero odio las palomas y no puedo dejar de repetirlo para mis adentros, mientras las esquivo caminando por Juramento con rumbo al supermercado.

21 de febrero de 2008

¡Eh, Gringo! (Una historia con gente inventada)

Hacía un frío de cagarse y caminábamos por la calle, sin mucho más rumbo que el que surgiera. Aunque en el pasado habíamos sabido hacerlo con bastante frecuencia, la vida nos encontraba perdiéndole el ritmo a esta clase de caminata.

— ¡Eh, Gringo! Convidame un pucho, que me cago de frío —Luciano apuraba el paso mientras inútilmente intentaba que su remera hiciera de abrigo frente al mal carácter del tiempo—, ¿Te queda alguno, no?
— ¿No habías dejado de fumar? —Le pregunté mientras le alcanzaba un cigarrillo—, toma, me parece que voy a dejar yo antes que me termines arruinando… rata.
—Por ahora estoy tratando de no comprar, un primer paso es un primer paso, ¿No?... Convidame fuego que no tengo... ¿Tenés chicle?

Hay mucha gente de buen corazón cuya vida es una tragedia tras otra, gente a la que la suerte no solo les come la milanesa sino que además les pasa el dedo por el puré solo para decirles que tiene gusto a mierda y escupirlo. Uno lee en el diario todos los días sobre los chicos muriéndose de desnutrición en algún lugar del mundo, o el cieguito que quería aprender a leer y le robaron las zapatillas. Uno lee todo eso, se amarga... y después conoce a un tipo como Luciano.

La mejor manera de describir la clase de persona de la que estamos hablando es la siguiente: imagínense un individuo que por pura imprudencia causa un incendio en un edificio provocando que mueran todos sus ocupantes… excepto él, claro está, que no solo se salva, sino que a la salida se encuentra un billete de cien pesos. Imagínense eso y ahí tienen a Luciano. Nobleza obliga, no es de mi conocimiento que haya causado algún incendio a la fecha, aunque no me sorprendería que lo haga a futuro, probablemente con billete de cien pesos incluido y todo.

Luciano anda por la vida preocupado por nada más que si mismo y su inmediato beneficio, usualmente manifestando esto con un orgullo y convicción que si lo toma a uno por distraído, hasta podría hacerle creer que así es como deben ser las cosas. Hijo único de padres que lo adoran ciegamente, nunca tuvo que esforzarse por nada más que hacer el menor esfuerzo posible y pareciera ser que cuanto menos hace, mejor le salen las cosas.

¿Cómo llegamos a ser amigos? Honestamente, no le encuentro explicación. No sé si ósmosis sea un argumento válido. Tan solo sé que desde que tengo uso de la memoria, ahí esta Luciano. Es todo lo contrario a mi persona, representa todo lo que critico y evito, y sin embargo, por algún extraño motivo, tengo que reconocer que me cae bien. Esto no significa que más de una vez no hayamos terminado a los golpes, pero siempre desde el más absoluto cariño con el que un amigo elije hacerle saber a otro que es un imbécil.

Últimamente no nos estábamos viendo mucho, ambos andábamos con trabajo nuevo y seguíamos con nuestros estudios. Además, él tenía hace meses una novia con la que andaba bastante pegoteado. Por eso mismo, cuando me entere que me había estado buscando insistentemente, supe inmediatamente que el noviazgo había terminado. Tanta necesidad de encontrarme no podía tener más que un interés de fondo. Precisamente, pude confirmar mi sospecha cuando me llamo pidiéndome que le presentara a mi amiga Virginia, a lo que le respondí que la quería demasiado como para cagarle la vida de esa manera ¿Se entiende que a ella, no?

Luciano se ofendió un poco, luego se rió y me dijo que al menos lo acompañara a caminar por ahí, tal vez tomar algo, como para despejarse un rato. Sabía que todo esto no era más que parte de su plan-B para tratar de hacerme cambiar de opinión con respecto a Virginia, pero como no había nada bueno en la tele decidí que una cerveza con él no iba a estar del todo mal: con todo lo criticable que tenía como ser humano, seguía siendo un gran contador de anécdotas, que aunque probablemente fueran mentiras e inventos en su mayoría, seguían siendo de esa clase de historias que a uno le gusta escuchar cuando bebe, claro esta, si uno sabe apreciar el realismo mágico.

— ¡Eh, Gringo! —vi su mano agitándose frente a mi cara—, ¡Ehhh!... ¡Colgaste mal Gringo! ¿En qué estas pensando? Me cago de frío ¿Me das un toque tu buzo?
— ¿Vos me estas jodiendo? —me aferré a mi abrigo como para reforzar el concepto que no iba a dárselo—, Ahí veo un kiosco abierto, creo que tiene sillas adentro, bancatela, te hubieras abrigado.
— ¡Que mal tipo que sos! Boludo, me acabo de dar cuenta que me olvide la guita en casa, tengo la cabeza en otro lado, esto del corte me tiene medio para atrás... ¿Me bancas y después te pago?

Había que darle crédito a Luciano, incluso en las mayores adversidades emocionales, seguía siendo fiel a su espíritu de garrapata... ¿Cómo llegamos a ser amigos?... ¿Sonaría repetitivo si digo que, honestamente, no le encuentro explicación?

19 de febrero de 2008

Juego de sombras

Tic-tic-tac-tic-tac.

El techo esta igual que siempre.

Tic-tic-tac-tic-tac.

Hay algo detrás de la ventana. Ah, no... No hay nada.

Tic-tic-tac-tic-tac.

Tengo sueño. Tengo sed. Tengo demasiado y no sé que.

Tic-tic-tac-tic-tac.

Las agujas no cierran sus ojos. Me están mirando fijo.

Tic-tic-tac-tic-tac.

El techo esta igual que siempre.

17 de febrero de 2008

Madera Noruega

Para hacer una larga historia un tanto más corta, se necesita tener un cierto conocimiento al respecto de la misma, alguna vocación narrativa y la firme convicción que todos se aburren a menos que sientan que le están hablando sobre ellos mismos.

No estoy muy seguro de poder cumplir con nada de esto, pero tengo un posgrado en océanos e inundaciones, lo cual no es muy útil para construir edificios, pero viene bastante a mano cuando se trata de llegar de un punto al otro.

Por cada mano que se une hay dos que se vuelven peligrosas, pero a diferencia de Van Gogh, mi navaja esta guardada bajo siete llaves, las cuales trato de perder lo más frecuentemente posible. Aunque la tristeza no es eterna, tampoco es bueno dejarle muchas chances.

Vivimos, aprendemos, volvemos a cometer los mismos errores. Hay cicatrices para probarlo y una humanidad entera para seguir agregando. No hay fósforos que alcancen para cambiar las memorias, ni suficientes hielos para atontarlas, pero seguimos intentando.

No es que seamos idiotas, simplemente obstinados.

Y así es que el mundo sigue girando.

12 de febrero de 2008

Quema esas cartas

Buenos Aires, 12 de febrero de 2007.

Queridas paredes,

A todas y cada una de ustedes contra las que me he dado: gracias por la sabiduría.

Que tengan felices navidades y un sincero año nuevo.

Atte.

Yo

8 de febrero de 2008

El fino arte de quemar un puente

Si tuviera una moneda de diez centavos por cada charla nocturna en la que se filosofó sobre lo efímero e imprevisible de la vida, a esta altura probablemente sería millonario, lo cual facilitaría mucho mi vida, o al menos eso me han hecho creer los manuales de autoayuda. Nadie me ha dado monedas de diez o siquiera cinco centavos aún y menos en cantidades, por lo tanto solo me queda buscar refugio en mi anotador cuadriculado y alguna que otra lapicera gaucha que me acompañe en el sentimiento.

La noción que podemos tener acerca del futuro es tan incierta como nuestro almuerzo del lunes. Dicho esto, cabe hacer una excepción con la gente que tiene gastroenteritis: ellos saben que de 48 a 72hs el menú nunca va a alejarse del arroz con caldo o la pechuga de pollo con puré de calabaza... un churrasco tal vez si deciden ponerse en reventados, pero no creo que nadie que vaya al baño siete veces en una tarde tenga muchas ganas de ningún reviente, excepto el que incluye morir y pronto.

El que este bajo la impresión que el destino se ríe de nosotros en nuestra propia cara, probablemente ande en lo cierto. Paranoicos y con la certeza que nos están siguiendo, solamente un asiento vacío nos da alegría, siempre y cuando podamos ocuparlo. No importa a quien haya que matar: si ese peinado luce como de peluquería y té con masas, es perfectamente legal y argentino hacerlo. También si es color rubio mostaza. Viva la patria.

Si la vida fuera como las propagandas de jabón en polvo todos seríamos más felices. Espero ansioso el día que Tribunales se convierta en una gran comedia musical y se vuelvan a poner de moda los bombines. Al fin y al cabo nunca fui un buen bailarín, y sin expectativas no hay desilusiones, que para eso sí tengo talento. Para eso y para quemar algún que otro puente, que era la idea original de todo este texto, pero ya lo ven, supongo que también incumplí con ustedes.

Al menos fue gratis.

7 de febrero de 2008

Este se llama "El autor esta bloqueado" (de la inspiración y todo aquello a lo que se esta mal acostumbrado)

Abandonar proyecto momentáneamente.

Respirar hondo.

Salir a caminar.

Observar comportamientos humanos.

Tomar nota mental y perderla.

Volver a casa.

Escuchar música.

Mirar fotos viejas.

Leer anotaciones viejas.

Releer lo escrito.

Nada nuevo o al menos nada decente (bajo standard propio de decencia).

Manotazo de ahogado: escribir acerca de todo esto.

Algo es algo.

30 de enero de 2008

Enola

Fue como viajar al pasado, a una época que aunque ahora recuerdo como dorada, seguramente no lo fue tanto antes de recibir el purificador baño de la idealización y los olvidos, ese que uno suele aplicarle a todo momento que no sea ahora. No es que por eso quiera restarle mérito a todo lo anterior, solo bajarlo a tierra.

Extrañamente mi llave abrió la puerta y todo estaba ahí, igual a como estuvo siempre o al menos como mi memoria, que no es tan buena como quisiera, lo recuerda. Adentrándome al living pude observar uno o dos muebles cambiados de lugar y cortinas un poco más claras, lo cual me descoloco un poco, pero más que nada por costumbre a lo anterior.

Esa foto en la biblioteca supo captar mi atención igual que siempre. Es gracioso como la imagen nunca cuenta la verdadera historia detrás de la sonrisa, como un Dorian Gray a la inversa, la belleza puede ser terrible, traicionera e irremediablemente hipnótica si uno deja que así suceda.

La limpieza lo invadía todo. Me sorprendió lo inmaculado de las blancas paredes y los blancos techos, que en otros tiempos supieron lucir amplias manchas de humedad, como si fueran cicatrices de esas que uno no tiene más remedio que llevar a cuestas. Me pregunte cuanto pasaría hasta que volvieran, sé que siempre lo hacen.

Tan familiar me resultaba todo, que esa calma hostilidad que siempre trajo aparejado su silencio no tardo en hacerse notar. Hay hábitos que uno no entiende porque los mantiene, hasta que los segundos empiezan a doler más de lo que deberían. Fue entonces que decidí irme para siempre, por la misma puerta por la que entre y sin hacer ruido.

Caminé por el pasto y finalmente sentí algo de paz.

29 de enero de 2008

Un buen año para las rosas

La estatua de Rodríguez Peña me mira inquisidora mientras me pierdo pensando cuanto mejor le queda el invierno a su plaza. Hace rato que se acabó la música en mi MP3, pero sigo con los auriculares puestos. Me gusta así, mantiene a la gente con intenciones de salvar mi alma lejos.

No es que no crea en el cielo, creo que creo, pero desconfío de la posibilidad que una persona de corbata y manga corta me vaya a hacer entrar como si fuera mi casa con tan solo ceder un 10% de mis ingresos al mes.

Callao solía ser más amable, ni siquiera sé que hago caminando por ahí, pero lo estoy haciendo más rápido que de costumbre. Ya no hay palabras, quiera o no soy dueño de mis huellas y donde quieran llevarme. Una canción no vendría mal en este momento.

Me pregunto si tendré algo de Elvis Costello.

28 de enero de 2008

Ritual de lo habitual

ESTACIÓN COLEGIALES - RETIRO

4:30AM - DESPERTADOR - TRABAJO - FACULTAD - CASA - DORMIR (ALGO) - 4:30AM - REPETIR CICLO (MANTENER MOTIVACIÓN Y FOCO)

Ese trayecto y esa rutina sirvieron como disparadores para escribir Inercia.

Trabajar, estudiar, conocer gente, enamorarse, consumir bienes materiales, tratar de no incomodar a nadie, tratar de mantener una identidad e integridad mientras todo el mundo parece tener una opinión al respecto.

Decidiste entrar al juego del capitalismo y te diste cuenta que te gusto demasiado hasta que ya no te gusto nada (el comunismo no es opción hace rato). Compraste una fanta$ía en la que pagaste con todos tus sueños y no te dieron cambio.

Cuando todo esto sucede y hasta tu círculo de contención lucha para evitar su propio naufragio, ¿Hacia donde podes salir? ¿Hay alguien a quien le importe? ¿Se termina alguna vez todo eso? ¿Esto era crecer?

La suma de todas estas preguntas es Inercia, un modo que encontré de decir "no me voy sin dar batalla" (aunque nada garantiza que pueda ganarla).

El audio acá abajo.

22 de enero de 2008

La única mentira digna de contar

Hubo una época en que era mejor escribiendo, era cuestión de sentarme en el teclado y las manos se movían solas, punzantes como agujas y precisas como relojito suizo. Solía ser un muy buen observador hasta que me di cuenta que en realidad solo veía partes de lo que debía ver.

La moraleja de la historia es que la vida hace lo que quiere con nosotros y simplemente somos el ciruja que va colgado del último vagón, esperando que frene en alguna estación para mandarnos más al medio y garronear una moneda. No es lo más justo, no es lo que a uno le gustaría que fuera, pero es como es.

En fin, debería haberme robado ese libro en la calle Sucre... hubiera sido una buena anécdota.

18 de enero de 2008

Podría ser peor

No hay nada como un viejo y querido consuelo de tontos para no solo seguir sintiéndose como la mierda, sino también un egoísta malaprendido.