11 de octubre de 2010

Interrumpime si ya escuchaste esto anteriormente *

"Cuando se tiene que matar a un hombre no cuesta nada ser educado"
Winston churchill

El pasto no decide si quiere empezar la primavera o quedarse en el invierno, lo cual esta mañana me afecta más de lo debido. Son las ocho y veinte, y me muevo en silencio mientras observo el incesante avance de mis zapatillas sobre esta alfombra de colores cansados. Hace demasiado frío y no debería, se supone que al menos uno o dos rayos de sol tendrían que estar honrando las tareas correspondientes a esta estación pero no sucede. No es mi día ni mi año.

Todos parecen empeñados en forzar una sonrisa no demasiado animada, en decir lo indicado. Puedo imaginar el trayecto en sus cabezas, una a una, la alineación de las palabras, el fondo blanco y la letra imprenta en color negro, el armado y desarmado de la oración completa hasta encontrar una combinación adecuada e inofensiva en el menor tiempo posible. Hay que quedar bien, celebrar el abrazo forzado como la más sincera demostración de sentimiento. Dejar caer una lágrima. Están demasiado cerca.

Me tomo unos minutos para ver las estatuas, me ayudan a distraerme. Hay una aire de dignidad reconfortante en su presencia, incluso en las que están caídas. Sus hendiduras parecen haber estado ahí por siempre, como si el tiempo hubiera pasado sobre ellas cual guerra relámpago. Cada una de esas grietas es una victoria heroica sobre cualquier esperanza de perfección presente. El gran gesto rebelde, destruir expectativas externas aún a costa propia y exhibirlo a modo de medalla. No todos tenemos ese coraje. Creo que estoy pensando demasiado.

Tengo que acercarme, no tiene sentido que intente evitarlos, de cualquier manera están mirando, así que es mejor ir lo más rápido posible para poder terminar con esto cuanto antes. Cada paso que doy se siente como un clavo luchando por mantenerse incrustado. Sus ojos siguen ahí, todos quieren su momento. El mono no puede decir ausente, hay un público ansioso a la espera de brindar su empatía. La antigua tradición Romana ya no necesita Coliseo, solamente la continuación de estos rituales.

Siempre hay una persona que tiene que gritar y otra que va a insistir que no es cierto, los que son más sinceros, y a los que carcome la culpa del minuto más tarde. Las flores lo inundan todo y seguramente sea así por un tiempo, después ya no tanto. Vendrán otras estaciones y muchos no volverán nunca. Todavía es temprano, pero eventualmente llegará la noche, todos volverán a sus casas, algunos miraran las estrellas. Voy a cerrar los ojos e imaginarlas, son mías para siempre, como todos mis recuerdos.

* Texto publicado originalmente en la sección República de Kosovo del portal Rock and Bytes