23 de septiembre de 2011

Instrucciones para lavar los platos

"Cuando los individuos afrontan al mundo con tanta valentía, el mundo no puede someterlos sino matándolos. Y, naturalmente, acaba matándolos" 
Ernest Hemingway.

Estamos en la Patagonia, nadie me lo quiere decir, pero no tengo ninguna duda al respecto. Cada dos o tres horas alguien golpea la puerta y viene a ver que todo este en orden. Es importante pasar desapercibido, la intención es generar confianza, no hay que causar problemas y ahí es seguro que pierden cualquier sospecha que puedan tener al respecto de uno.

Acá hay una gente de lo más extraña, no sé muy bien que habrán visto en ellos, pero nos han dicho varias veces ya que somos de lo mejorcito que había disponible al precio que más o menos tenían pensado. Podrán ser bastante notables estas personas, no lo quiero poner en duda, pero ya vi a más de uno relojear mi cuaderno como quien no quiere la cosa, o al menos no quiere hacerlo evidente. Me lo quieren robar, no hay duda. Me quieren robar el cuaderno y me quieren robar los marcadores, que encima son importados.

Hay que tener cuidado con quien habla uno y que es lo que anda contando. Las palabras siempre traen complicaciones, en mayor o menor medida. Siempre alguno entiende algo para el otro lado y después hay que dar explicaciones que ni uno sabe como encontrarlas. Es como chocar el auto y tener que gastar quinientos pesos para arreglarlo. Quinientos pesos, mucha plata, si la tuviera me la llevaría toda al casino, pero no se preocupen, seguro gano y festejo tomando un vino caro. Tinto, nunca blanco.

Es la hora de comer y nos sientan a todos en una mesa al costado, nos dejan lejos de la cocina, no quieren que nadie se robe nada. Ya sucedió una vez con un muchacho que después no sabemos que le habrá pasado. Se metió a buscar otro plato de ravioles y parece que se excedió con la salsa. Acá nos dicen que hay que compartir, somos varios y uno no se puede andar sirviendo todo lo que quiere. Este muchacho se excedió con la salsa y no se lo toleraron. Hay que compartir, nos habían avisado.

Después de comer sí nos dejan entrar, ahí sí nos dejan. Vamos de a dos o tres a la cocina y tenemos que turnarnos para limpiar todo. A mí siempre me mandan a que lave los platos, dicen que mejor me ocupe de eso porque el kerosene se puede poner complicado. No digo nada al respecto, pero para mí están exagerando, una vez use kerosene y todo salió como pensaba. Era en mi otra casa, la que tenía antes.

Había un perro, un gato y tres estudiantes del interior, buenos muchachos, pero bastante desordenados, todos se dejaban estar, nadie quería hacer nada y se lleno de cucarachas. Había en el suelo, la pared, el techo y en mi cara. Usurparon el ambiente y después quien les va a decir algo, si antes nadie les dijo nada. Se hicieron dueñas de todo, se comieron al perro y también al gato. Y nadie quería hacer nada, yo insistía, pero nadie movía un dedo. Use kerosene entonces, había mucho que limpiar y muy poco tiempo, estaban por todos lados. Use kerosene porque el insecticida no les hacía nada. Cerré la puerta para que fuera sorpresa, de ahí no salía nadie hasta que estuviera todo limpio.

Después me trajeron acá. Afuera la gente me gritaba cosas feas, estaban enojados, yo no sé que les pasaba, igual no les hacía caso. Ellos no conocieron la casa ni sabían de las cucarachas, seguro son de esa gente que le paga a alguien para que limpie. Ahora me dan solo los platos, dicen que no los rompo y que mejor me ocupe de eso que acá todos tienen que hacer algo. Yo digo siempre que sí y trato de no quejarme, es mejor que tomen confianza. Agarro un tenedor y le paso la esponja, después agarro una taza, van a ver que bien que queda. Es mejor que tomen confianza.


* Texto publicado originalmente en la sección República de Kosovo del portal Rock and Bytes

21 de septiembre de 2011

Pánico y Chow-Fan en Manchester


El aire se corta con cuchillo, cada cucharada al arroz es puro nervio, es preguntarse si solo por ser paranoico uno se salva de la bala, es intentar entender lo que se murmura y fracasar categóricamente. Todo esto es un cliché, es Tarantino en pantalla gigante, ventilador de techo apagado, pero podría estar moviéndose lentamente, plano desde arriba, traigan pochoclo, no desentonaría.

El precio no estaba mal, cuatro libras noventa con una bebida incluida, un oasis culinario si se tiene en cuenta que hace días que lo único que se come son sándwiches de supermercado y papas fritas, las putas papas fritas que le ponen a absolutamente todo lo que sea comestible en esta isla. Eran las tres menos cinco y quien se iba a imaginar que a esa hora el cliente ya no tiene la razón.

Y así estamos, comiendo en silencio, mirándonos a los ojos entre nosotros. Ellos nos rodean, lucen modernos, tienen buenos peinados, de esos que toman tiempo, también tienen pantalones negros y camisa blanca. Nos miran, y comentan en un idioma que no entendemos, claro, eso ayuda a la sensación persecutoria, el sueño y el cansancio también, pero hay algo absolutista y marcial en ese tono que intimida. No nos contestan bien cuando preguntamos algo, no quieren que hablemos, tampoco pueden traer servilletas.

Se siente una llave y una cerradura girando, mis ojos confirman a mis oídos, están cerrando la puerta. Pienso en la vida que tuve, hago un veloz repaso de instantes, los buenos, los malos, los feos y el resto. No estuvo tan mal, se quedó un poco corta, no hay duda de eso, pero definitivamente fue entretenida. Hago un repaso por la mesa y observo que todos están en lo mismo, espero que también llegando a conclusiones felices, no hay nada peor que tener que irse antes de tiempo, y encima de capa caída.

Apuro la cucharada, ella insiste en hacerse eterna. Solo quiero terminar mi plato y salir, evito el contacto visual, solo ayuda a enojarlos, no es algo que podamos costear en este momento. Queda un poco de arroz en el plato, que es lo que lo acompaña ya no sabría decirles. Me acuerdo del arroz porque en la mesa hay un terrible desparramo, no es tan fácil de comer si se esta en situaciones como esta. El plato esta más o menos vacío, llegó la hora.

Se vive un momento de empatía en la mesa, todos sabemos que puede ser de los últimos, miro a mis amigos y asienten, hay que pedir la cuenta. Respiro profundo, pongo la mente en blanco y levanto la mano. No tengo últimas palabras, solo distintas teorías acerca de como termina.

Diecinueve con sesenta me dicen, pago con veinte y me dan cambio. Nos abren la puerta, somos libres.

Nos alejamos rápidamente, aliviados de estar vivos, humillados por todo lo otro.

11 de octubre de 2010

Interrumpime si ya escuchaste esto anteriormente *

"Cuando se tiene que matar a un hombre no cuesta nada ser educado"
Winston churchill

El pasto no decide si quiere empezar la primavera o quedarse en el invierno, lo cual esta mañana me afecta más de lo debido. Son las ocho y veinte, y me muevo en silencio mientras observo el incesante avance de mis zapatillas sobre esta alfombra de colores cansados. Hace demasiado frío y no debería, se supone que al menos uno o dos rayos de sol tendrían que estar honrando las tareas correspondientes a esta estación pero no sucede. No es mi día ni mi año.

Todos parecen empeñados en forzar una sonrisa no demasiado animada, en decir lo indicado. Puedo imaginar el trayecto en sus cabezas, una a una, la alineación de las palabras, el fondo blanco y la letra imprenta en color negro, el armado y desarmado de la oración completa hasta encontrar una combinación adecuada e inofensiva en el menor tiempo posible. Hay que quedar bien, celebrar el abrazo forzado como la más sincera demostración de sentimiento. Dejar caer una lágrima. Están demasiado cerca.

Me tomo unos minutos para ver las estatuas, me ayudan a distraerme. Hay una aire de dignidad reconfortante en su presencia, incluso en las que están caídas. Sus hendiduras parecen haber estado ahí por siempre, como si el tiempo hubiera pasado sobre ellas cual guerra relámpago. Cada una de esas grietas es una victoria heroica sobre cualquier esperanza de perfección presente. El gran gesto rebelde, destruir expectativas externas aún a costa propia y exhibirlo a modo de medalla. No todos tenemos ese coraje. Creo que estoy pensando demasiado.

Tengo que acercarme, no tiene sentido que intente evitarlos, de cualquier manera están mirando, así que es mejor ir lo más rápido posible para poder terminar con esto cuanto antes. Cada paso que doy se siente como un clavo luchando por mantenerse incrustado. Sus ojos siguen ahí, todos quieren su momento. El mono no puede decir ausente, hay un público ansioso a la espera de brindar su empatía. La antigua tradición Romana ya no necesita Coliseo, solamente la continuación de estos rituales.

Siempre hay una persona que tiene que gritar y otra que va a insistir que no es cierto, los que son más sinceros, y a los que carcome la culpa del minuto más tarde. Las flores lo inundan todo y seguramente sea así por un tiempo, después ya no tanto. Vendrán otras estaciones y muchos no volverán nunca. Todavía es temprano, pero eventualmente llegará la noche, todos volverán a sus casas, algunos miraran las estrellas. Voy a cerrar los ojos e imaginarlas, son mías para siempre, como todos mis recuerdos.

* Texto publicado originalmente en la sección República de Kosovo del portal Rock and Bytes

8 de diciembre de 2009

Lo último que se supo de...

Recorrió intrépida dos años de su vida en una hora, cada memoria como un dominó eterno. Menciono emocionada lo bello que había sido todo y agradeció a montones el cariño recibido. Pidió disculpas, pago su whisky y decidió guardarse otra vez para sí misma.

Cada tanto nos preguntamos por ella, no todo lo que debiéramos pero lo suficiente como para acompañar el trago con gesto nostálgico. Se invitó sin pedir permiso, se fue sin decir adiós. Sus dudas por toda herencia. Nosotros continuamos, no tanto por lo peor, sino por todo lo bueno.

Cada cicatriz como tinta de los renglones pasados y todo lo que será escrito. Cada miseria como libro de texto, aula y diploma. Perdida pero no olvidada. Justo como nosotros.

2 de diciembre de 2008

Orugas

Despertar sin sentido, como la más fuerte bomba.
Ponerse presentable, como guerra relámpago.
Mantenerse despierto, positivo y centrado.

El primer paso es el peor, el resto son resignados.

Ni un alma en las baldosas,
solo expirables caminando.
Respiro, muero, vuelvo.
Me ahogo, vivo, escapo.

Repito el ciclo, siempre lo repito.

Sueño de día, de noche ya no puedo.
Son demasiados los gritos
Y el silencio no ayuda a ignorarlos.

El primer paso es el peor, el resto son resignados.

8 de noviembre de 2008

Las vías, la salvación, la sensación térmica

Arrastraba a sus dos hijos por el andén de la estación Artigas mientras fumaba un Particulares o algún otro cigarrillo, a fin de cuentas da lo mismo. Su cara expresa cansancio, como si cada día hubiera sido un año entero, de esos que uno no puede esperar a que terminen. Los mocosos no paran un segundo de gritar, pedir, pelearse, pedir y pedir, pero a esta altura ya no los escucha.

Más o menos cincuenta minutos y a casa, a cocinar, claro, que no es cuestión de andar matando a nadie de hambre y menos cuando se desloman por la familia, o eso dicen, mientras el olor a ginebra, los miedos, la culpa y el te prometo que voy a cambiar inundan el ambiente. Se pierde en los paisajes y en sus pensamientos, sé que es el único lugar donde no tiene que dar explicaciones, le gustaría poder ir más a menudo, pero siempre se siente mal después de hacerlo.

Con su mano izquierda esta raspando el asiento compulsivamente, uno de los chicos le salta encima, el otro no parece estar muy conectado con nada, así que lo trae de nuevo a tierra de un cachetazo. Otra vez empiezan los gritos. El guardia llama mi atención y me pide que me levante del piso, necesita abrir la puerta. Ya me pase varias estaciones y el clima esta pesado, va a ser un verano como todos los otros. La lluvia punzante acompaña mi caminata. Mientras sigo con mi vida el tren se aleja de mi vista.

3 de noviembre de 2008

Relojes de Copenhage

En movimiento constante para que todo siga exactamente igual, ahí vamos, hacia la avenida. La luna esta hermosa, podríamos cruzar el puente, pero claro, podríamos hacer tantas cosas si quisiéramos, mejor no nos preocupemos.

Estas tomando notas, no puedo entenderlo. Fotos, videos, celulares sin flash y el miedo a perder los recuerdos. Yo nunca me acuerdo, solo vivo nuevos e invento otros tantos. Inquietud le llaman y dicen que podría quedarme un poco más tranquilo. Para ellos es fácil.

El cielo esta rosa o naranja, va levantando el fresco. Tu pelo me esconde tu cara tan solo por un momento y luego se escapa. Tarareas esa canción y la cantamos un rato, le cambiamos la letra porque no la sabemos. Nos saludamos y el resto sigue más o menos como siempre.

Los árboles suelen tener otro interés a la mañana, no se si tiene mucho sentido eso, pero a mi me surge pensarlo. He tenido conversaciones más interesantes, también he tenido peores. He tenido noches calcadas, viajes de ida y de vuelta, lugares improvisados como si fueran perfectos.

La ciudad aparece por mi ventana y finjo que es una sorpresa. Todo esta pausado, esta bien que así sea, hay que saber tomarse un momento.

Le gano el asalto al tiempo y dejo que se llenen mis ojos.