10 de agosto de 2006

Hasta Pacheco y Monroe. Sí, dos antes de Triunvirato

Estaba mirando esta foto que le había sacado a un perro y no sé porque se me vino esta frase a la cabeza. De repente la acompaño una historia sobre un diálogo de esos que creo haber vivido una de esas tantas veces que viví un diálogo, aunque para ser honesto con ustedes, nunca he tenido bien en claro si esas cosas realmente suceden o tan solo las imagino de aburrido que es vivir aquí abajo.

El único problema con toda esta remembranza habitando en mi cabeza, es que jamás ha gustado de mudarse a papel o pantalla por medios propios. Como si esto fuera poco, exige tiempo, atención e incluso buena ortografía, tres cosas de las que nunca he sido muy amigo, aunque me alivia de culpas sentir la reciprocidad del asunto.

A riesgo de sonar como mi padre, debo decir que ya bastante hago durante todo el día, como para encima andar sujeto a los caprichos de una situación de veracidad y origen dudoso, justo a esta hora que es cuando me gusta tomarme un descanso. No es este un momento en el que tenga ganas de ponerme a escribir y mucho menos sobre esta historia.

Aunque, no lo neguemos, puede que en algún momento las ganas vuelvan, me decida y lo haga. Al fin y al cabo tantas veces he decidido tantas cosas que sería necio en mí descartar esta posibilidad, cuando es totalmente factible que en algún momento pueda concretarse. Claro que para ese entonces, todo esto puede ser, tranquilamente, tan solo uno de esos recuerdos de los que me acuerdo porque no me acuerdo de que era que me tenía que acordar.

"No se puede tener todo en la vida" dijo un observador furtivo de la escena y procedió a esbozar un gesto de satisfacción absoluta, de esos que solo sabe esbozar todo aquel que entiende haber dicho una verdad irrefutable... Es que luego de tal demostración de sabiduría, uno ya puede dar por terminado el día y fue así como nuestro amigo, no lo dudo un instante, y pegándole un trago raudo, como de arrebato, al vino en caja que acaba de encontrar tirado en el cordón la calle, decidió acostarse.