Fue como viajar al pasado, a una época que aunque ahora recuerdo como dorada, seguramente no lo fue tanto antes de recibir el purificador baño de la idealización y los olvidos, ese que uno suele aplicarle a todo momento que no sea ahora. No es que por eso quiera restarle mérito a todo lo anterior, solo bajarlo a tierra.
Extrañamente mi llave abrió la puerta y todo estaba ahí, igual a como estuvo siempre o al menos como mi memoria, que no es tan buena como quisiera, lo recuerda. Adentrándome al living pude observar uno o dos muebles cambiados de lugar y cortinas un poco más claras, lo cual me descoloco un poco, pero más que nada por costumbre a lo anterior.
Esa foto en la biblioteca supo captar mi atención igual que siempre. Es gracioso como la imagen nunca cuenta la verdadera historia detrás de la sonrisa, como un Dorian Gray a la inversa, la belleza puede ser terrible, traicionera e irremediablemente hipnótica si uno deja que así suceda.
La limpieza lo invadía todo. Me sorprendió lo inmaculado de las blancas paredes y los blancos techos, que en otros tiempos supieron lucir amplias manchas de humedad, como si fueran cicatrices de esas que uno no tiene más remedio que llevar a cuestas. Me pregunte cuanto pasaría hasta que volvieran, sé que siempre lo hacen.
Tan familiar me resultaba todo, que esa calma hostilidad que siempre trajo aparejado su silencio no tardo en hacerse notar. Hay hábitos que uno no entiende porque los mantiene, hasta que los segundos empiezan a doler más de lo que deberían. Fue entonces que decidí irme para siempre, por la misma puerta por la que entre y sin hacer ruido.
Caminé por el pasto y finalmente sentí algo de paz.
Extrañamente mi llave abrió la puerta y todo estaba ahí, igual a como estuvo siempre o al menos como mi memoria, que no es tan buena como quisiera, lo recuerda. Adentrándome al living pude observar uno o dos muebles cambiados de lugar y cortinas un poco más claras, lo cual me descoloco un poco, pero más que nada por costumbre a lo anterior.
Esa foto en la biblioteca supo captar mi atención igual que siempre. Es gracioso como la imagen nunca cuenta la verdadera historia detrás de la sonrisa, como un Dorian Gray a la inversa, la belleza puede ser terrible, traicionera e irremediablemente hipnótica si uno deja que así suceda.
La limpieza lo invadía todo. Me sorprendió lo inmaculado de las blancas paredes y los blancos techos, que en otros tiempos supieron lucir amplias manchas de humedad, como si fueran cicatrices de esas que uno no tiene más remedio que llevar a cuestas. Me pregunte cuanto pasaría hasta que volvieran, sé que siempre lo hacen.
Tan familiar me resultaba todo, que esa calma hostilidad que siempre trajo aparejado su silencio no tardo en hacerse notar. Hay hábitos que uno no entiende porque los mantiene, hasta que los segundos empiezan a doler más de lo que deberían. Fue entonces que decidí irme para siempre, por la misma puerta por la que entre y sin hacer ruido.
Caminé por el pasto y finalmente sentí algo de paz.