16 de septiembre de 2007

Birmingham

Vivo por la zona hace años, pero nunca me había percatado de su existencia hasta hace poco tiempo atrás. Cabe aclarar, que por poco tiempo atrás, me refiero a un par de meses, digamos unos cuatro o cinco, que muchas veces se pasan volando y otras tantas toman una vida entera (creanme, sé de lo que hablo).

Últimamente nos hemos hecho bastante cercanos: día a día, bueno, no tan seguido pero si frecuentemente, es testigo de mi andar y volver, de mis madrugones apurados y del sosego que precede cada hasta mañana, sin dudas mi momento favorito de todo el jornal.

Me gustan sus idas y vueltas. Me gusta quedarme un rato ahí arriba, mirando los trenes, y remontarme a mis cinco años, a la aventura que significaba cruzar otro puente, el de la estación de Nuñez, mientras saltaba bien fuerte para asustar a mi hermano, que estaba convencido que se iba a venir abajo.

Pero como al recuerdo hay que darle el tiempo justo y no más que eso, muchas veces prefiero quedarme mirando al paisaje, sin pensar en nada. La experiencia me ha demostrado que no hay nada como esto para poder reflexionar pacíficamente acerca de todo lo que sea necesario.

Finalmente, hay días que solo elijo cruzarlo. Después de todo es un puente y para eso sirve... no exageremos.

6 comentarios:

Sofia Victoria D. dijo...

creo que jamás tuve una relación tan cercana con un puente o calle, o nada.
ah! sí, con un puesto de flores de palermo.. pero solo en primavera, para inhalar fuerte al pasar.

Anónimo dijo...

paso para q dsps no digas q soy comunista, nazi, maricon(a) y antiargentina

:P

porteña dijo...

Caballero! Vuelvo a usted por las vueltas de la vida.
Qué lindo que un puente, unas vías, te remonten a un lugar lindo, tuyo, de nadie más. El único lugar que tenía de ese estilo era el vestidor de mi casa anterior. Era como un ropero gigante con muchos disfraces... wow... me hiciste poner nostálgica. Maldición.

Fleur dijo...

El lugar con el que tuve una relación parecida a la de polisha-puente, fue el techo de la casa de mi abuela. Para poder llegar ahí, primero tenía que subir a la terraza, luego al techo de galpón (de chapa) y recién ahí llegaba.
Ahí me escondía y también a lo que no quería que encontraran. Subía sobre todo cuando iba cayendo el sol, y mayormente en verano. Se podía ver todo el barrio de Floresta.
Diría que ahí empecé a resolver mis cuestiones más profundas (?), y supongo que no era el lugar ideal, el indicado, porque siempre hice todo como el culo y un día me descubrieron ahí arriba y me retaron mucho porque era peligroso.
Hoy vivo en un planta baja con dos patios que son la boca de los balcones del edificio, y carezco del puente, del techo, y de ese tipo de cosas. Pero sigo soñando con la playa.


Qué bueno que volviste!!

Los isleros dijo...

chabooon...
que haces? Yo mehor no te cuento. Estoy en buenos aires hasta la primer semana de octubre (quizas la 2º), anotate mi email hugo.castilloarrobagmail
te paso mi mobile despues y te cuento toda la historia...
abrazo man, un gusto escuchar de ti otra vez

*******Lacónica******* dijo...

ojo con los puentes
a veces uno va sin percatarse del viaje
hay algunos que empezás en un lugar tranqui y en el medio del puente (emboscada) o al bajar (otro paisaje) ya estás perdido

lo mejor es como en tu caso
tener uno que ya sabés como va y no se retova